Las llamas eran cada vez más grandes y se llevaban todo por delante.
En medio de ese caos, un pequeño colibrí voló al río, mojó en él sus alas, y regresó al incendio agitándolas con la intención de apagar el fuego.
Repitió el proceso incansablemente, yendo y viniendo una y otra vez.
El fuego no parecía reducirse ni un poco.
Los otros animales, que estaban viendo lo que sucedía,
le dijeron al colibrí:
«Oye, ¿estás loco?, ¿por qué estás haciendo eso? ¿Cómo crees que con esas gotitas de agua puedes apagar un incendio de tales dimensiones? ¡Jamás lo vas a lograr!»
El colibrí, sin desanimarse, les respondió:
«Yo estoy haciendo mi parte».