Le pregunté a Jembell si ella no se cansaba, de tener que estar pidiendo y reclamando baños accesibles. Me contestó que sí (obvio), pero que alguien se tiene que cansar. Y me dejó sin palabras. Para que hoy estemos donde estamos (en relación con la discapacidad pe
ro también con otras cosas, con patrones familiares, con el feminismo, con los derechos de cualquier minoría) otras personas se cansaron antes. Miles de personas en sillas de ruedas reclamaron rampas a los gritos. Hoy son algo considerado fácil, si no la hay se construye. Los baños accesibles aun no son tan “obvios”, las prácticas de comunicación inclusiva menos todavía. Por suerte hay gente que levanta la vista de su ombligo, y presta un poco de su cuerpo y su cansancio por otros.
META es así. Germán es sordo, pero puede (y elige) acompañar a Anielka (que es ciega) a buscar su abrigo. Estefanía es ciega, pero sabe dónde queda el baño, entonces me guía a mí. Mari tiene discapacidad motriz, pero grita igual de fuerte por sus derechos de accesibilidad como por que exista lengua de señas (que ella no necesita) en los servicios de salud. Y podría seguir.
Nadie la tiene fácil, siempre hay algún derecho (o deseo) no conquistado. Pero si otro se cansa conmigo, es más lindo, (un poco) más fácil, y también más divertido (tengo testigos).
Yo elijo siempre compartirme. Me han dicho que es sacarme atención a mí para ponerla en otro, pero será que soy terca, pienso que no. “Lo que doy vuelve”, ni bien me canso con otro, ese otro se cansa conmigo, y la “red de apoyos” es muchísimo más bella y más compleja. Prestemos / regalemos / pongamos a disposición nuestros dones, nuestros cuerpos, nuestros cansancios. Que si no es por mí, es por otro; y si no es ahora, en unos años, alguien la tendrá más fácil, y habrá valido el esfuerzo.