La creatividad como modo de expresión

Por Martina Bucheli

Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de vivenciar una experiencia que me transformó y me permitió empezar a revisar muchas de mis formas de andar en el mundo. La misma consistió en participar de un Foro que reunió a más de 40 adolescentes y jóvenes con y sin discapacidad, provenientes de distintas provincias y países con el fin de trabajar sobre la temática de Educación Inclusiva. La excusa que me llevó hasta allí fue la invitación a realizar un taller que, en base a dinámicas grupales y psicodramáticas, trabajara en torno a los emergentes que surgieran durante las actividades, conversaciones y debates realizados durante el Foro que tenía a los jóvenes como protagonistas.

Siendo un gran desafío me embarqué en la aventura, y para mi favor, el aprendizaje empezó mucho antes de la hora asignada para el taller. Desde que llegué a la terminal de ómnibus, Sofi y Seba, mis compañeros de ruta, me abrieron las puertas a la travesía de pensar y multiplicar mis miradas del mundo desde nuevas configuraciones y perspectivas.

Intentaré hacer un ejercicio de reflexión acerca del proceso de planificación y realización del taller que realizamos. En el relato aparecerán asimismo, elementos y resonancias de lo que fue mi experiencia en general.

Planificación

La planificación fue un proceso de creación que estuvo marcado por algunas incertidumbres. Entre ellas, surgieron preguntas acerca de cómo construir dinámicas que fueran realmente inclusivas, que motivaran a la participación, que dieran lugar al enojo, al humor y a la espontaneidad, que lograran generar procesos de problematización y cuestionamiento mediante la risa y la creatividad. Otra de las discusiones consistió en cómo articular dinámicas que convocaran a la corporalidad y a la resonancia de sentires espontáneos, combinadas con procesos de reflexividad y sistematización de las discusiones. Optamos por proponer una serie de dinámicas mediante las cuales se pudiera atravesar distintos recorridos y estados. Podría ser interesante en una nueva instancia hacer más hincapié en la exploración de distintos lenguajes, sensaciones y resonancias vinculares y afectivas.

¿Quiénes somos?

El taller comenzó estando todos en ronda. Y la primera propuesta fue jugar a presentarnos de una manera distinta a la que cada uno/a hace habitualmente. Surgida desde la improvisación espontánea, cada quién fue creando un nombre, un lugar de origen y algo que disfrutaba hacer.

Algunos ejemplos de esto fueron ser “un cachorrito abandonado que disfrutaba que lo acaricien”, “una fisioterapeuta que disfrutaba de su trabajo”, “un personaje que vivía en el fondo del océano y no necesitaba aire para sobrevivir”, “un extraterrestre que llegaba a la tierra desde otro planeta”, “un ser extraño que disfrutaba del amor que compartía”, “un superhéroe que llegaba a salvar personas”, “alguien que vivía en una isla en el medio del mar” etc.

Pude observar que la potencia creativa de cada uno/a de los/as participantes puso a jugar a través del humor y la imaginación, la posibilidad de explorar distintas formas de estar (siendo animales, vegetales, superhéroes y heroínas, profesionales, extraterrestres, dibujitos, etc) en diferentes mundos, espacios y tiempos posibles. Surgieron relatos e ideas disparatadas, cuestionadoras, que reflejaban quizás, y entre otras cosas, miedos, deseos, aventuras y proyectos.

La intención era permitirnos ser durante ese día y durante ese taller, lo que quisiéramos ser. Romper con el “personaje” habitual y posicionarnos en “otro”, en un otro “personaje”. Jugar en torno a la idea de animarnos a ser más de lo que muchas veces nos permitimos o creemos que podemos. Me gusta pensar que además, ensayábamos a rebelarnos contra las formas que muchas veces la familia, las instituciones, la sociedad en general y uno/a mismo/a nos asignamos y naturalizamos a ser y a hacer.

Odio cuando… / Me copa que…

El taller continuó con la formación aleatoria de grupos de tres o cuatro integrantes y se construyeron frases a partir de las consignas: “Algo que me quedé pensando; Algo que me incomoda; Algo que siempre me pasa; Odio cuando; No da; Me gustaría que; Me copa que”.

La intención era recuperar algunos “emergentes” que habían insistido durante los encuentros del día anterior. Este momento se vio marcado por un acento que convocaba sobre todo a la reflexividad. Esto puede entorpecer por momentos el despliegue lúdico y los procesos de creación espontáneos. Por otro lado, permiten otro tipo de problematización y sistematización de la información, no menos transformadora pero quizás más explícita.

El trabajo a partir de estas frases permitió visualizar y recuperar escenas persistentes, insistentes en la cotidianeidad de lxs participantes, para representarlas dramáticamente. Entre ellas: la infantilización, la sobreprotección, el rechazo, la no accesibilidad, y también transformaciones desde la rebeldía, la denuncia y el empoderamiento. El psicodrama permite a partir de la acción, la reconstrucción simbólica de los elementos y acontecimientos de lo cotidiano. En el mismo sentido, busca la resignificación, la desnaturalización de la repetición, el des-equilibrio de las inercias subjetivas e intersubjetivas.

Improvisar para expresarnos

Desde la improvisación, el humor y la creatividad, trabajamos en torno a una escena y se permitió la risa incrédula, el enojo y la impotencia que provocan las lógicas de exclusión que se repiten en nuestra sociedad. Dejaron en evidencia, con la potencia de lo absurdo, las distintas situaciones de injusticia que viven las personas con discapacidad. Durante el transcurso de las escenas, pude notar que sería muy enriquecedor que pudieran entrar desde el auditorio nuevos personajes, o dobles, que aportaran nuevas voces a los protagonistas. De esta forma, se pondría en juego la posibilidad de pronunciar aquello que en otras ocasiones y circunstancias no se pudo expresar.

 

Michelle Petit (2014) dice que la experiencia lírica, mediante la sublimación, abre lugar a la creación de espacios que se sitúan más allá de los “márgenes de maniobra” o de lo que cada territorio personal se permite explorar. Me pregunto si esta experiencia, que puso en juego a la creatividad espontánea a partir de la construcción de escenas colectivas, de personajes portadores de nuevas y distintas voces, de creaciones de relatos e historias, no pudo haber generado también movimientos hacia estados o lugares novedosos y/o transformadores.

Dejarse transformar por la experiencia

Entiendo que para que el encuentro con una otra persona sea real, uno tiene que dejarse atravesar y transformar por la experiencia. Jacobo Levy Moreno (1961) escribió “Y cuando estés cerca arrancaré tus ojos y los colocaré en el lugar de los míos, y tu arrancarás mis ojos y los colocarás en el lugar de los tuyos, entonces te miraré con tus ojos y tu me mirarás con los míos.” Creo que la potencia del encuentro con un otro, está entre otras cosas, marcada en la posibilidad de cuestionarnos, desarraigarnos y desapegarnos de ciertas imágenes y símbolos, que sin darnos cuenta, actúan y hablan por nosotros. El aprendizaje singular es siempre en relación.

Por último, lo significativo que fue poder sentirme parte de un entramado social que parece disponernos a cada uno de nosotros a ocupar ciertos roles, sean por momentos de sobreexigencia o de inhabilitación. Qué potencia que tiene confrontar estos lugares, jugar a escaparse de ellos, a volver y a salirse nuevamente. Entiendo que crear un espacio armónico, de confianza y de empatía es importante para realmente encontrarnos y habilitarnos a la pregunta y al deseo de cómo queremos ser.

 

Referencias bibliográficas:

Moreno, J.L. (1961) Psicodrama. Buenos Aires, Hormé.

Petit, M. (2014) ¿Por qué incentivar a los adolescentes para que lean literatura? Enunciación, 19 (1), 157-167.

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