por Sergio Meresman y Soledad Castro Lazaroff
Cuando se encuentran personas de mundos diferentes y cotidianeidades distinas pero que comparten ciertas sensibilidades, se genera algo intenso, asombroso, que no deja indiferente a ninguna de las partes y demuestran que la cercanía humana es capaz de trascender muchas circunstancias.
Desde hace un tiempo, iiDi viene promoviendo junto a META “encuentros inter generacionales”. Son reuniones entre veteranos y jóvenes activistas de derechos humanos y de organizaciones de personas con discapacidad. Tienen el objetivo de explorar juntos los desafíos de ayer y de ahora, cotejar estrategias de lucha e iluminar mutuamente el camino que cada uno ha transitado y el que tiene por delante.
Esta vez el encuentro (como siempre, en Kalima) fue con cuatro invitados de lujo, que además de expertos internacionalmente reconocidos, son militantes comprometidos con los derechos de las personas con discapacidad y de todas las personas. Galimpeiros, como se llamaba antiguamente a los buscadores de oro; en este caso galimpeiros del oro siempre escaso de la justicia social.
Mel Ainscow es un académico británico que desde hace mas de 30 años piensa y enseña a pensar sobre educación inclusiva, investigando las barreras que excluyen de la educación a millones de niños en todo el mundo. Su “index for inclusion” es un clásico, una biblia de la educación inclusiva que ha formado a estudiantes y a profesores durante 25 años.
Cuando los jóvenes de META le pidieron que hablara de su trabajo y su pasión por la educación, respondió que lo más importante en la educación inclusiva era el esfuerzo que se hacía para lograr la igualdad entre las personas. Que la escuela debía ser una sola, un lugar para aprender a convivir con los demás y a valorar las diferencias. Entonces, de alguna manera, la igualdad es más importante que la educación. Se trata de pensar y trabajar en los modos en que la educación puede y debe ser generadora de igualdades. Cuando el acceso a la educación está fragmentado y la escuela no es una sola para todos, este tipo de afirmaciones nos pone un espejo y un montón de desafíos por delante.
Con una calidez hermosa, Mel nos recordó además el dilema urgente que está presente en la mayoría de los países del mundo: las desigualdades y las injusticias son malas para todos. Para los «perdedores» (que juegan en desventaja todo el tiempo) pero también para los «ganadores», porque una sociedad desigual trae aparejado dolor y sufrimiento para todas las partes.
La otra invitada, Silvia Bersanelli, es docente y activista y dirigió durante casi 10 años el Programa Nacional de Discapacidad de Argentina. Con claridad y también con emotividad en su voz, Silvia contó la historia de un periódico del siglo XIX que empezó a publicarse en Buenos Aires después de la guerra de la Triple Alianza. Se llamaba «El inválido Argentino» y recogía el testimonio de los soldados que regresaban malheridos, impedidos, de esa guerra cruel y absurda contra hermanos. Este tipo de historias son valiosas porque nos recuerdan que desde hace realmente mucho tiempo hay personas comprometidas, responsables, pensando en los demás y a las que el dolor ajeno no les resulta indiferente. Conocer las huellas de aquellos que estuvieron antes que nosotros nos brinda pertenencia histórica y llena de sentido lo que hacemos cotidianamente. Quién sabe dentro de muchos, muchos años, el fruto de nuestro trabajo pueda ser pensado y valorado por otras personas, distintas en el tiempo y en el espacio, pero hermanas en la tarea de tratar de construir sociedades más justas e inclusivas.
Pamela Molina compartió algo muy profundo, que solo puede ser dicho desde un lugar de gran sabiduría. Como en META hay un grupo grande de jóvenes sordos, su palabra tenía un valor especial para ellos. No solo por ser una líder histórica de la Comunidad Sorda Latinoamericana y un referente del Movimiento de Personas con Discapacidad en la Región, sino porque actualmente atiende los temas e iniciativas sobre discapacidad en la oficina de OEA en Washington, lo cual es mucho decir para una persona sorda.
Sin embargo, Pamela eligió no dirigirse apenas a sus “pares” sino poner sobre la mesa algo que nos concierne a todos. Dijo que a ella le gustaba mucho META, que era excelente lo que hacíamos, pero también dijo que no le parecía muy bueno que se hiciera tanto énfasis en el «edad-ismo», en el hecho de ser un grupo de “jóvenes”. No solamente porque todos un día todos dejarían de serlo (lo cual debería ser en si mismo motivo suficiente para una posición más bien humilde al respecto de la juventud) sino porque proclamar cualquier identidad con demasiada firmeza, genera siempre un mensaje de rechazo a quienes quedan fuera. Las personas no son quienes son de acuerdo a su edad; la juventud o la vejez son circunstancias que no deben alejarnos ni segregarnos. “El rechazo a las personas por su edad, la exclusión de los viejos, no es diferente de otras discriminaciones”. Los gestos discriminatorios tienen una raíz común, un comportamiento de superioridad que viene del odio y tarde o temprano lleva al odio.
Por eso, también hizo énfasis en la necesidad de que la escuela sea una sola para todos. Eso es lo único capaz de garantizar la posibilidad de una convivencia realmente inclusiva, donde las necesidades de cada uno no sean excusa para la existencia de separaciones sino que permitan la celebración y construcción de identidades plenas para personas diferentes, viviendo en comunidad.
Nacho Calderón fue el último en hablar. Nacho escribe, enseña y trabaja por la educación inclusiva en España y en todo el mundo. Dijo que el gran reto para grupos como META, el gran desafío de los jóvenes, quizás consista simplemente en conseguir que lo que ha sido dicho, se haga. Hacer también es como decir, pero con voz más fuerte. Cómplice de nuestra lucha, nos invitó a seguir haciendo ruido y armando lío. Porque más allá de los grandes resultados, cada pequeña acción vale por mil palabras.
Con eso nos quedamos. Nada menos.